3.10.10

Caprichos divinos.

Hace unos días escuchaba a un filósofo que decía: “el Dios de los cristianos es tirano desde el génesis”. Refería a la errancia, al exilio del Edén, a causa de la desobediencia y de buscar ser como él, el hombre en la búsqueda de ser-dios. Habiendo sido tentado de comer del árbol prohibido, aquél que es de la sabiduría y del bien y del mal.
Allí, así el hombre descubre los secretos, se detiene a pensar, cubre su desnudez y encuentra cobijo por si mismo en el desarrollo de sus facultades. Emerge desde el instinto la arrogancia del saber.
Creo que hay un poco de cada cosa, en la medida de que la naturaleza del hombre es vocación de poder y permanente superación frente al todo, que se despliega ante él.

No obstante si queremos ir tras la verdad, es lícito decir que un Zeus vengativo y celoso del poder que conquistó (le arrebató a los Titanes), dividió la única naturaleza dual que componía al ser humano (andrógino) – ver el Banquete de Platón – porque en la plenitud de ser uno y múltiple, lo hacían más próximo a los dioses. Ahora tras el castigo, y habiéndolos separado, el mayor de los tiempos lo pasa buscando la mitad perdida, y mas aún; fue Prometeo quien al ver la angustia, el miedo a la oscuridad, el frío y la desnudez – en el origen mismo del pensamiento – Prometeo (como una Eva) ofrece el fuego a los hombres y con él, el pensamiento aplicado.
Zeus iracundo castiga al osado Prometeo (hijo de un Titán) y a los hombres con todo aquello que brota de la caja de Pandora.

Ya vemos, como las cosmovisiones se funden en una trama de justificaciones acerca del quehacer del hombre en el mundo, gobernado por la racionalidad de su pensamiento.

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